Participante: María Aránzazu
Terminada la carrera me fui a un pueblo de Inglaterra, con una amiga, para mejorar mi inglés. Trabajábamos de camareras en un restaurante, mientras hacíamos varios cursos. Fue una época muy buena, con muchas anécdotas que contar y de las que todavía hoy, me sigo riendo mucho. Esta es una de ellas.
Compartíamos habitación y solamente teníamos una llave. Así que procurábamos volver juntas. Sin embargo, en ocasiones, no teníamos el mismo turno en el restaurante, así que para no despertar al resto de la casa quedamos en que la última que llegara, tenía que tocar en la ventana para que la otra le abriera la puerta.
Una noche en la que yo había llegado primera, decidí esperar a mi amiga leyendo un libro. Pero se hizo muy tarde y yo estaba cansada, así que apagué la luz y me eché a dormir.
Acababa de echarme en la cama cuando sonó el timbre de la puerta. Ring ring… lo primero que se me pasó por la cabeza… esta chica está loca va a despertar a todo el mundo. Fui corriendo a la puerta y empecé a decir de todo… fueron unos segundos. Pero me quedé de piedra cuando me di cuenta que quién estaba al otro lado de la puerta no era mi amiga, sino un policía de dos metros por dos metros. Me quedé blanca.
Como pude balbuceé qué pasaba. El policía me preguntó por un coche, si yo era la dueña porque acababan de intentar robarlo. Me asomé y vi dos coches de policía. Le dije que el coche no era mío y fui corriendo a llamar a la dueña que era compañera de piso.
Mientras tanto, mi amiga llegó de trabajar y alucinó cuando vio los coches de policía. Pensó que había pasado algo.
Pero cuando le conté lo que me había pasado, nos echamos a reír.
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